AGUSTÍN ALEGRE. MAESTRO DE LOS GUARDIANES DE LA TRADICIÓN FIGURATIVA.
Quizá el primer secreto de Agustín Alegre sea su propio trabajo. Hasta ahora, sólo los más entendidos, grandes coleccionistas y sibaritas del arte, conocen y admiran su obra. Pero estamos ante el máximo referente del estilo figurativo de su generación junto a Antonio López. Y, si López ha sido considerado el Velázquez del siglo XXI, Alegre representa, según los expertos, la evolución de Goya.
El pintor nacido en Teruel en 1936, es además la cabeza indiscutible de un movimiento que comienza a estudiarse y que recibe el nombre de Los Guardianes; artistas plásticos que, frente a la abstracción y las nuevas formas de experimentación, decidieron mantenerse fíeles a la tradición de su oficio y conservaron la belleza de la técnica clásica, defendiendo el dibujo como base ineludible. Ellos continuaron e hicieron evolucionar sin artificios una manera de pintar realista pero innovadora, dejándose influir por lo mejor de las nuevas corrientes, pero manteniendo la cercanía con el observador. Algunos estudiosos les aplican el calificativo de silenciosos porque, para preservar su independencia, rehusaron entrar en el juego del “marketing artístico’; Y es por eso que Agustín Alegre es un tesoro escondido y desconocido aún para el gran público.
Pero sus compañeros, grandes firmas como Iglesias Sanz, Macarrón o Burguete, compartieron su éxito y sus maestros, Genaro Lahuerta, Martínez Díaz o Francisco Lozano, desde las primeras academias, reconocen a Alegre como un “pintor entre pintores”, cercano a Romero Resendi.
Ajeno siempre a las modas, ahora la obra del maestro aragonés tiene la oportunidad de convertirse en una guía a seguir, en el puente que conecta la tradición clásica renovada con las
más modernas tendencias artísticas. Es la vuelta al origen, a lo esencial, es esa nueva figuración que ya es tendencia mayoritaria en otros países y que pronto lo será también en España. Se avecina un gran cambio de paradigma. Ahora, la obra de Agustín Alegre vuelve con fuerza, apoyada además por una fundación, cuyos fines nacen de otro de los secretos que marcan definitivamente la biografía del artista.
En los años 80, Alegre abandona Madrid y su proyección europea por circunstancias personales. Su hija es diagnosticada como autista con una afección muy severa. Una enfermedad entonces desconocida y con pocas técnicas de tratamiento. El pintor renuncia a una carrera en alza para regresar a su pequeño Teruel natal, donde Miriam, su hija, tendrá al menos una vida tranquila.
Aunque deja de estar en primera línea del escaparate artístico nacional, él sigue evolucionando en su estilo. Desarrolla una importantísima faceta orientalista, desde Marruecos a la India. Pero no deja de sorprenderse con su propio país. Agustín es cronista consciente de la desaparición de tradiciones y labores, de una tierra que se vacía y se desmorona. Alegre retrata con maestría sus campos y sus casas abandonadas porque, otro secreto, el pintor es un enamorado de pintar al natural y se abstrae del mundo cuando trabaja.
Ya en este siglo, realiza una gran exposición antológica en el Palacio de la Aljafería de Zaragoza y en el antiguo Banco de España de su Teruel porque es su querida tierra la que se lo pide. También por ese cariño había pintado una de sus obras de referencia, La Leyenda de los Amantes, dos grandiosos trípticos que actualmente presiden la entrada al Ayuntamiento de la ciudad.
También recibe el Premio Nacional de Pintura, la Medalla al Mérito Cultural del Gobierno de Aragón y es nombrado Académico de la Real Academia de Bellas Artes de San Luis de Zaragoza. Sus cuadros se encuentran en colecciones tan dispares como la de la Casa Real Española, la Casa de la Misericordia de Pamplona o la de Luis Eduardo Aute y uno de sus últimos grandes óleos adorna la Catedral de la Almudena.
Su nombre saltó de nuevo a los medios este año cuando Patrimonio Nacional eligió de entre todas las grandes firmas de su Colección de Arte Contemporáneo una de sus obras, “Teruel nevado”, para decorar la residencia real de La Mareta, en Lanzarote.
En el año 2017, su familia crea la Fundación Agustín Alegre, que tiene como fines promover el arte figurativo y, con su gestión, conseguir los fondos necesarios para ayudar en la atención de las personas que, como su hija Miriam, ahora son grandes dependientes. Gracias a esta iniciativa, aún puede adquirirse obra gráfica, reproducciones o incluso alguno de los originales del gran maestro aragonés. Más información en www. agustinalegre.org
Además, antes de que acabe el año, la fundación que lleva su nombre inaugurará un espacio dedicado al pintor en la Sala Principal del Castillo de Mora de Rubielos, Teruel. Una exposición permanente que sin duda sorprenderá a aquellos que se acerquen a verla y que no conozcan la obra de Alegre.
Así es Agustín Alegre, que sigue pintando cada día a sus 85 años. Y éstos son algunos de sus secretos. Igual que Goya redescubrió y sacó a la luz la obra de “un tal” Velázquez que dormía escondida en los almacenes de Palacio, la fundación Agustín Alegre trabaja por dar a conocer al gran público a este guardián silencioso de la más sublime de las técnicas: el uso de la pasión, para convertir la tradición en magia; la sinceridad de hacer estallar la emoción y ofrecer y arrebatar la vida en cada pincelada.